
En el corazón de la majestuosa residencia bretona de Kerbélégou, la sala superior nos transporta a través de los siglos, dejándonos entrever la cautivadora historia que encierra. Tomando la escalera de piedra, nos guía a este espacio singular una puerta finamente labrada, una puerta que parece ser el umbral entre dos épocas.

La sala, conocida como “Les Oiseaux”, toma su nombre del sutil encanto y elegancia que la convierten en un espacio único dentro de la casa principal. Es aquí donde nuestros ojos se ven atraídos al instante por una chimenea excepcional, una obra de arte funcional que encarna el alma de la habitación. Ménsulas talladas, delicadamente formadas en pirámides invertidas, sostienen el macizo dintel, adornado con un perfil distintivo en forma del trazo de Júpiter. Cada detalle es testimonio de un meticuloso trabajo artesanal, testimonio del cuidado que se prodigó en su diseño.

Las esculturas que adornan este misterioso manto transportan nuestra imaginación atrás en el tiempo. Los motivos religiosos, una mitra y una cruz, se funden en la piedra, incitando a la reflexión sobre su significado más profundo. ¿Era una señal de devoción, o tal vez un homenaje a una figura importante que hubiera residido entre estos muros? Una teoría intrigante es que Joseph Briant, sacerdote y propietario de Kerbélégou en el siglo XVII, restauró la casa solariega y marcó la chimenea con símbolos sagrados. Los obispos locales, especialmente Alain Rivelin y Alain Le Gall, también pueden haber dejado su huella en la historia de esta residencia, dejando tras de sí el misterio de su conexión con la habitación superior.

El conjunto de la casa solariega de Kerbélégou revela una estructura compleja e ingeniosa, típica de la Edad Media bretona. La división entre las habitaciones inferiores y superiores servía para diferenciar los espacios habitables. En la planta baja, la sala inferior era el corazón de los negocios, un lugar donde se llevaban a cabo las actividades y transacciones cotidianas. En esta animada sala se recibía a los campesinos, se liquidaban los arrendamientos y se resolvían las disputas. Arriba, la sala superior proporcionaba un santuario familiar, un espacio privado donde las celebraciones tenían lugar con solemnidad.
Las imponentes chimeneas de las dos salas inferiores eran elementos esenciales de confort, que calentaban el espacio al tiempo que añadían un toque monumental. Mientras que la chimenea de la sala superior se ha conservado cuidadosamente, la de la sala inferior lleva las marcas del tiempo, pruebas de comidas preparadas y compartidas en torno al fuego, grabadas en la piedra.

La luz, un recurso precioso en aquella época, guiaba las actividades cotidianas. El fuego de la chimenea iluminaba parte de la casa, mientras que las lámparas de tormenta o linternas, protegidas por globos de cristal, alumbraban el trabajo con los animales. Los días estaban puntuados por el movimiento del sol, y las noches bañadas por el relajante resplandor de la luz de las velas.
En esta misteriosa casa solariega, cada piedra cuenta una historia, cada detalle evoca una época pasada. Kerbélégou es como una ventana abierta al pasado, donde arte y función se combinan para crear una historia intemporal. Los símbolos grabados en la piedra y los cálidos espacios dan testimonio de una vida que fue, y sigue inspirando a quienes cruzan sus umbrales.