En el siglo XVIII, la zona de Névez experimentó un auge demográfico sin precedentes. La necesidad de alimentos de la población local iba en aumento, y los agricultores tenían dificultades para acelerar la producción debido a la presencia de enormes bloques de granito en medio de sus campos.
Intentaron conseguir la ayuda de los canteros para deshacerse de ellos, pero las sumas de dinero implicadas lo hacían imposible. Los marineros que solían ayudarles cuando no estaban pescando se interesaron por este granito. La construcción de casas utilizando “rodajas” de bloques de granito partidos dio lugar a las asombrosas casas de “piedra en pie” (men zhao), algunas de cuyas paredes están formadas por piedras verticales de suelo a techo unidas con cob o, más tarde, cal.
Las piedras erguidas se utilizaban para sostener muros adosados, de casi 2,50 metros de altura y de 40 a 50 cm de anchura. Estas piedras se partían toscamente y se reservaban para los lados de la casa que no daban al sur. Las piedras más pequeñas se utilizaban como cercas, y algunas tenían un agujero para sostener una valla.





