Apartamos los residuos orgánicos de la cocina y añadimos los residuos sólidos de nuestra fermentación de estiércol líquido.
El resultado es un montoncito nauseabundo que, cubierto de paja para enmascarar el hedor, ha albergado un pequeño puñado de semillas de calabaza.
¡El resultado es asombroso! Hojas gigantes y una proliferación inusitada (son las mismas semillas que el año pasado nos dieron las clásicas planas, también tenemos algunas en el huerto, la diferencia es notable).
